La práctica del silencio es sencilla pero, a la vez, sofisticada. Es una práctica de paz, equilibrio, armonía, conciencia y gratitud.
Cuando empieces a practicar el silencio, el ruido exterior desaparecerá lentamente. Entonces el ruido interno, que está formado por tus pensamientos errantes, empezará a desvanecerse.
Si elegimos practicar Mauna, podemos empezar simplemente por no hablar. Después de algún tiempo, la práctica puede evolucionar hacia la abstinencia de leer, escribir y establecer contacto visual con los demás; lo que finalmente conduce a una práctica de actividad mínima, pero consciente. Durante este proceso, suelen surgir algunas pautas.
Desconectar intencionadamente de todo tipo de ruido externo durante un tiempo determinado cada día. De este modo, se reducen conscientemente las distracciones para observar simplemente el silencio.
Programa al menos dos pequeños periodos de silencio intencionado cada día: uno por la mañana, antes de salir de casa, y otro por la noche. La sesión puede ser tan breve como quince minutos. Aunque esto puede hacerse en cualquier lugar, al principio es recomendable que encuentres una habitación tranquila para este ritual diario.
Cuando te sientas cómodo con estas sesiones más cortas, amplía la duración a unas horas, medio día o incluso un día entero. Estas sesiones más largas suponen un reto (sobre todo al principio) pero son increíblemente fructíferas.
Minimiza conscientemente el uso de tus dispositivos electrónicos. Esto reducirá significativamente el ruido interno y la montaña rusa emocional por la que pasa tu cerebro a causa de ello.
Cuando tengas muchas ganas de hablar, elige quedarte en silencio. No cantes. No tararees. No hables contigo mismo. Cuanto más escuches tu silencio, más fuerte se volverá. Concéntrate en tu silencio, no en los sonidos que te rodean.
¿Practicas Mauna?
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